Cuidar tu boca y observar una buena higiene bucal es la clave para evitar los siempre molestos dolores de muelas, pero su importancia no se queda ahí. Más allá de las molestias eventuales, el correcto estado de nuestra boca incide en el conjunto de nuestra salud mucho más de lo que creemos. Las piezas dentales y las encías, están interconectadas con el resto de tu cuerpo a través del riego sanguíneo, y cuando se produce una caries o una gingivitis, la infección viajará rápidamente por la sangre, creando problemas en otras partes.
El que no sintamos dolores ni molestias no es síntoma de que nuestra boca esté bien: podemos tener focos infecciosos latentes que solo un odontólogo puede detectar en una revisión dental y que se manifestarán de la manera más impensable. Una buena prevención, con revisiones dentales y limpiezas bucales semestrales o anuales, según sea el estado de cada paciente, es la mejor manera de evitar complicaciones insospechadas. Un empaste a tiempo, o la restitución de una pieza podrida por un implante, pueden evitar males crónicos, incluso tener que pasar por el quirófano.
A continuación se relatan siete complicaciones que pueden ser provocadas por una boca en mal estado.
1. Mal aliento
Empezamos por lo menos grave. Tu no lo hueles, pero los demás sí: es la halitosis o mal aliento. No se trata solo de las fibras que puedan quedar atrapadas entre los dientes, sino también en las bacterias que se acumulen dentro de las encías sucias o debajo de la saliva y que viven de fermentar los restos de comida. Estos microbios, conocidos como saprófitos, generan unas sustancias llamadas putrescina y cadaverina -el nombre lo dice todo- que son las responsables del mal aliento. Una adecuada higiene bucal y un tratamiento periodontal pueden eliminar la halitosis.
2. Artritis
Las bacterias que infectan las encías provocan una enfermedad inflamatoria conocida como periodontitis. En los casos más graves pueden producir unas toxinas que viajan con la saliva al estómago y de ahí al torrente sanguíneo, desde donde pasarán a las articulaciones provocando dolores. Estos dolores articulares se conocen como artritis reumatoide.
3. Cardiopatías
Estas mismas toxinas pueden llegar al corazón y dar como resultado un aumento del riesgo de cardiopatías isquémicas, entre ellas el infarto. Según algunos estudios, la mala higiene bucal podía ser la causa de muchas muertes en el pasado por problemas del corazón. Otros estudios aseguran que las personas que se cepillan los dientes al menos dos veces al día, reducen hasta en un 24% la probabilidad de infartos.
4. Lesiones musculares
Insistimos con las toxinas de las bacterias de la periodontitis: varios estudios avalan que las mismas pueden alterar el equilibrio de minerales en la contracción muscular, al impedir que los niveles de potasio sean los adecuados. En consecuencia, ante un esfuerzo intenso, por ejemplo haciendo deporte, se pueden producir descompensaciones de los músculos que acaben en lesiones. En el deporte profesional, el estado de la boca ya cuenta tanto como el de las rodillas o el corazón a la hora de evaluar a un deportista.
5. Problemas de espalda
Al no tener buen tono muscular debido a la periodontitis, nuestra espalda resiste mal los impactos de los saltos o los esfuerzos al levantar objetos pesados, y de la lesión muscular podemos pasar con mayor facilidad a los problemas de los discos intervertebrales: protrusiones, pinzamientos y finalmente hernias discales siempre molestas y dolorosas. Al final podemos acabar en el quirófano, lo que nunca es deseable.
6. Partos prematuros
Según algunos estudios, la infección de las encías puede alterar los equilibrios hormonales y disparar la secreción de las prostaglandinas, hormonas responsables de las contracciones del parto. En mujeres embarazadas y con periodontitis graves, el problema puede derivar en un parto prematuro.
7. Complicaciones en diabéticos
Las personas con diabetes deben extremar su higiene dental y la prevención de problemas bucales. Se cree que la periodontitis provoca un aumento los niveles de azúcar en sangre, lo que retroalimenta a su vez el crecimiento de los focos bacterianos infecciosos que distorsionan el equilibrio del azúcar.
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